Muchas mujeres pensamos en un instante de nuestras vidas
productivas que tiene que ser un complot, una confabulación del universo para
impedir nuestro crecimiento mental, emocional y hasta profesional.
Angustiadas y acorraladas tomamos las riendas de nuestras
vidas, día tras día y echamos el pleito. Luego de más de cinco años de estudios y hasta muchas
veces más logramos conseguir ese anhelado empleo que no llena nuestras
expectativas pero es "Lo que hay".
Caemos más tarde en la triste realidad de que nuestro
flamante jefe desea que le regalemos, poco de las mieles de nuestras virtudes
femeninas, tan solo por el hecho de que somos sus empleadas y de que alguien
alguna vez dijo que existía un código en el cual le estaba designado ese
derecho.
Las que caen en ese juego con el tiempo se dan cuenta de que
cometieron un grave error. Y que su triunfo tiene un sabor amargo.
Conseguiremos más rápido el puesto o la promoción que anhelamos,pero perderemos
nuestra dignidad.
Trabajemos pues para
ser valoradas por nuestra preparación y nuestros talentos y no por los
"favores"que podamos hacer. Para poder ser respetadas en nuestras
respectivas profesiones y poder decir con orgullo que la capacitación si basta
para competir en el mercado laboral.
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