La fidelidad es una de las bases sobre las que se construyen la inmensa mayoría de los matrimonios y de las parejas que mantienen una relación estable. Ahora bien, raramente se establece de forma explícita y clara en qué consiste ser fiel. Muchas veces no se hacen explícitos los comportamientos que son admisibles para cada uno en la relación de pareja. Se dan por supuestos, es decir, se establecen de forma implícita de acuerdo con elementos como los usos sociales, o las costumbres y suposiciones de las familias de origen o del contexto social de cada cual. Por ello, puede que lo que es infidelidad para el traicionado no lo sea para el que ha sido infiel.
Por ejemplo, el uso de pornografía puede ser considerado normal por el marido, mientras que la mujer lo considera una traición porque él está pensando en otras mujeres en lugar de en ella; o el contacto amistoso con anteriores parejas puede ser considerado infidelidad por una parte, mientras que la otra lo considera normal. En consecuencia, en la consulta es importante evaluar en cada caso lo que significa infidelidad para cada miembro de la pareja, porque lo que puede parecer un intento de quitar importancia al hecho por parte del que ha sido infiel puede que sea realmente una diferencia de estándares a la hora de considerar lo que es infidelidad.

Generalmente se ha venido considerando la infidelidad como el hecho de tener relaciones sexuales fuera de la pareja. Ahora bien, en los últimos tiempos se ha ampliado esta definición teniendo en cuenta otros hechos que constituyen también infidelidad como las relaciones emocionales y románticas. Así Hall y Fincham (2006) siguiendo a Glass (2002) consideran la infidelidad como “una relación sexual, romántica o emocional que viola el compromiso exclusivo con la relación de pareja”. Otros autores como Zola (2007) incluyen otros elementos como la traición en temas de la economía de la pareja, como por ejemplo, dilapidar el dinero común.
Ampliando así el concepto de infidelidad se podría llegar a considerar como tal cualquier violación grave del compromiso en el que se basa la pareja, como por ejemplo tomar decisiones importantes que afectan a la pareja sin tener en cuenta al otro o no llevar a cabo el apoyo que se espera en la enfermedad o en la desgracia. Pero ese tipo de problemas, más general, que afectan de forma grave a la pareja y pueden llevar a su disolución, no ha sido considerado como infidelidad en casi ningún estudio y por casi ningún terapeuta. Por tanto, en este artículo, nos atemos a la definición de infidelidad de Hall y Fincham (2006) como la ruptura del compromiso exclusivo de la pareja por el establecimiento de una relación sexual, romántica o emocional.
Las nuevas tecnologías introducen también elementos adicionales de ambigüedad en la consideración de lo que es o no es infidelidad. En efecto, la mejora de la comunicación hace más accesible la infidelidad, y más barato, ya que basta con el ordenador de casa o del trabajo para establecer fuertes relaciones emocionales o con contenido sexual con alguien ajeno a la pareja. En las relaciones a través de Internet se encuentran menos definidos socialmente los límites de lo que constituye la infidelidad. Por ejemplo, si una persona considera que solamente el sexo real supone una infidelidad, puede establecer fuertes relaciones emocionales e incluso sexuales a nivel virtual sin considerar que por ello ha traicionado a su pareja. Henline y Lamke (2003, citado por Hertlein y Piercy, 2008) estudiando la infidelidad que se puede dar a través de Internet llegaron a la conclusión de que hay que considerar como tal, además de las relaciones sexuales, chatear con contenido sexual, las citas online, planes para quedar en la realidad con el contacto que se tiene en la red, flirtear, traicionar las confidencias del otro miembro, tener secretos para el otro, ya que este tipo de relaciones tiene los mismos efectos en la pareja que la infidelidad fuera del mundo virtual.
Un aspecto importante de la infidelidad es el hecho de que, en general, se da en secreto. El secreto es un aspecto que implica traición a lo pactado tácitamente y es un elemento importante a la hora de romper la confianza necesaria y básica sobre la que se establece la relación de pareja. Se plantea así uno de los objetivos terapéuticos más difíciles, la restauración de esa confianza (Epstein, 2005; Lusterman, 2005).
Efectos de la infidelidad
Como se ha dicho en la introducción, la infidelidad es la primera causa de divorcio (Hall y Fincham, 2006) y puede llevar a la angustia y a la depresión. Desde un punto de vista conductual, Gordon y Baucom (1999) citan las siguientes conductas como reacción al descubrimiento de la infidelidad:
Cognitivas: una de las primeras reacciones de la persona engañada son rumiaciones acerca de lo ocurrido, que pueden llegar a ser tan abrumadoras e incontrolables que pueden interferir en la concentración y en la capacidad de llevar a cabo el funcionamiento diario normal. Otra de las respuestas más importantes asociadas al descubrimiento de la infidelidad es el cambio en la forma de ver al infiel y la relación de pareja, se quiebra la confianza tanto en esta pareja como en otras futuras llegando a no sentirse seguro en una relación, también se ha deteriorado su capacidad de predecir y enfrentar el futuro.
Conductuales: Pueden darse reacciones de agresividad del traicionado generando violencia contra la pareja o contra el tercero. La reacción más común es la evitación del infiel, llegando a la separación inmediata; como una evitación del sufrimiento producido por la infidelidad y del que supone la interrelación en esas circunstancias. Otras reacciones conductuales que pueden aparecer son: una hipervigilacia para conseguir la seguridad de que el affaire se ha acabado, la realización obsesiva de preguntas indagando en lo que ha pasado, y una comunicación con índices muy altos de agresividad.
Emocionales: el sufrimiento emocional es enorme. Aparecen sentimientos de rabia, de ridículo, depresión, ansiedad, sentimiento de ser víctima de alguien muy querido, etc. El descubierto a veces puede desembocar en una depresión asociada a la pérdida del amante, a de la pareja, o a la variación de un statu quo que le era muy beneficioso. Muchos autores consideran que las reacciones emocionales que se dan en la víctima de la infidelidad son similares a las que aparecen en el trastorno por estrés postraumático (Allen y otros, 2005; Gordon y Baucom, 1999, Gordon y otros, 2004, Lusterman, 2005).
Por ejemplo, Lusterman (2005) describe así las consecuencias de la infidelidad que son similares a los indicios de que se ha dado un trauma: Dificultades en el sueño, irritabilidad con ataques de ira, hipervigilancia para asegurarse de que no se van a dar de nuevo los problemas, una exagerada respuesta de susto, una fuerte reacción fisiológica a los estímulos que le recuerden la traición, por ejemplo, películas, TV, comentarios, etc. Aunque no se cumplen las condiciones de trastorno por estrés postraumático que exige el DSM-IV porque no existe amenaza física a la vida de la persona traicionada, es conveniente que el infiel sepa que estas reacciones son consecuencia de sus actos y que no son extrañas ni incomprensibles y que pueden extenderse en el tiempo. Poner una etiqueta como trauma o trastorno por estrés postraumático puede servir para este fin (Gordon y otros, 2004).
Una alternativa en este sentido es dar una explicación lógica y entendible, como la que propone la teoría en la que se basa la terapia de pareja basada en la emoción para que entienda que las reacciones de la persona engañada son consecuencias de sus actos. Esta teoría afirma que las emociones que siente el traicionado son una reacción al daño que se ha realizado al vínculo sobre el que se basa la pareja y que es similar al que se da entre los padres y los hijos (Johnson, 2005).
El traicionado ha perdido la base segura sobre la que podía realizar la exploración de nuevas conductas y obtener seguridad y apoyo en las dificultades que podría encontrar en su vida. Esa pérdida genera las reacciones que se han mencionado, que son tan fuertes como las que se dan en el trastorno por estrés postraumático, porque de forma similar a lo que ocurre en el trastorno por estrés postraumático el traicionado siente que sus relaciones en el mundo ya no son seguras y que cualquier persona puede hacerle daño, puesto que se lo ha hecho la persona que más quería, en quien más confiaba y que se había comprometido a ayudarla en todas las circunstancias.
Considerarlo de esta forma ofrece la ventaja de que se puede hacer ver al infiel las consecuencias de la infidelidad, indicándole que ha producido a la pareja un trauma y, además, se le puede indicar que las reacciones que tiene son consecuencia del trauma producido por su acto y, en este sentido, son normales y no patológicas.
fuente:psicoterapeuta.com