Por:América Pérez
Pensadora libre
Los procesos de competencia en todo el sentido de la palabra, generan energía, dinamismo, consumo de energía, enfoque, dedicación y desgaste.
El ser humano de hecho es un competidor innato, esto se ve desde la concepción, esa lucha por llegar y fecundar al óvulo: vivir. Luego en el hábitat de la familia, escuela u otros círculos, todos competimos, algunos de manera consciente, pasivos o activos.
El mundo nos motiva en la publicidad a estar en constante competencia, creando escalas para medir rendimientos o resultados, tildando a quienes entran en el juego como existosos, ganadores o perdedores, en el peor de los casos fracasados.
Dicen que las mujeres, son más intensa en cuanto a este tema, quizás en tiempos pasados (no lo creo así) la contienda era orientada a lo vano, hoy en día es por espacios de poder y tomas de decisiones. Nos preparamos a tiempo récord. Para gobernar, más que a hombres a nuestras iguales.
Nacen términos que escritos son bellos como la sororidad, definida como la nueva fraternidad entre las mujeres, crear redes de apoyo,no es que no exista pero la práctica. El género necesita alianzas duraderas basadas en el respeto, amor al prójimo y solidaridad.
Aunque es un cliché decir que la competencia es interna, esa que nos motiva a superarnos a nosotros mismos, no podemos competir por avanzar si no te conoces, si no hay una evaluación sobre esas fortalezas y debilidades que nos adornan, sin ese estudio que resoluta que estas listo o lista para subir escalones para llegar a la cima.
El problema radica en enfocarse en ser mejores mientras destruimos a los demás, en querer integrarnos a círculos sin antes saber que podemos aportar a estos, ir tras una meta es bueno pero lo mejor es vivir el viaje. Soltar carga en el camino...sonreir en la caída o al levantarnos.
Competir es bueno, solo que utiliza las herramientas correctas sin dañar a nadie...
0 comentarios:
Publicar un comentario