Por:Eduardo Sanz Lovatón
Siendo un niño la conocí. Desde pequeño oí hablar de usted como la Presidenta de un partido. Como la Ministra de Educación. Después fue usted mi maestra. Luego mi amiga. Sus consejos. Sus apoyos. Sus defensas de mis inicios.
Todos los sábados la leía. De usted aprendí de social democracia, de libertad y más que nada de decencia. La recuerdo en casa de Hatuey. En las luchas a favor de un partido para un país que todavía tiene tanto que aprender de libertad. Pasaron los años y usted cada vez más joven, más nueva.
Al final ya me hablaba bien bajito y siempre me decía: “Yayo, ten cuidado no vayas rápido, ve seguro”. Hoy lamento no siempre haberle hecho caso. La vida nos llena de retos, de victorias y desaires. Usted mi gran amiga me enseñó que todo pasa y que queda el amor con el que hacemos nuestros sueños al luchar por ellos.
Gracias Doña Ive, gracias mil y que su amor y picardía hoy hagan del cielo una morada aún más feliz con la profesora que les llega. Gracias por tanto. Por todo. La quiero.
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