domingo, 9 de julio de 2017

Los demonios de corbata existen y están entre nosotros



Por: Dalton Herrera

Ciertos demonios existen, aunque digan que no. Están ahí, en cada estamento de la sociedad, sin importar en que mundo esté el país (primer mundo o tercer mundo); da igual, pero si está en vías de desarrollo mucho mejor y más fácil para engañar.

Todos aborrecemos el engaño, yo, de manera particular, detesto la mentira. Pero a veces la verdad es tan solitaria y débil que una colectiva falsedad alimentada de esteroides, doblega como a un juego de niños a la veracidad individual.

Los demonios si viven entre nosotros, niéguenlo si quieren. Saben que está allí, donde ustedes mismos señalan con el dedo índice; pero seguimos sentados con el trasero entumecido y las pestañas carbonizadas. Yo también estoy en lo mismo, jugando el mismo juego aunque en diferente forma.

Cada quien pertenece a un equipo en este estadio. Unos aplauden como focas desde las gradas con trapos harapientos y con tres dientes casi negros en la boca. Otros son "piratas" ya que están con el campeón y cuando toca el turno del que aspira, cambian de camiseta sin que nadie se de cuenta.

Algunos sí son firmes y juegan limpio, tocan sus cornetas y tratan de recorrer las cuatro bases, pero como dije en el segundo párrafo; la verdad casi siempre al final termina sola. Muchos somos los indecisos y pesimistas. Tratamos de hacerlo bien, y en las apuestas, nos engaña hasta el mismo mánager del conjunto.

Reitero, los demonios gritan y celebran señores... no lo duden. Para ganar el juego hay que dar, mínimo, cinco jonrones con las bases llenas en un mismo inning, y que posteriormente de alegría, la multitud rompa el estadio en mil pedazos. Y eso lo digo no por las carreras sino por los batazos. Pueden hacerse miles de anotaciones y si el lugar no se rompe, no se gana. No se disfruta... al menos, no los que juegan limpio.

Y anoche se demostró...

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