martes, 16 de mayo de 2017

Periodismo :El oficio incomprendido



Por Dalton Herrera.

El periodismo está en una etapa crítica de su historia. Nunca antes había sido tan vilipendiado, tanto por personas ajenas al oficio como por los mismos periodistas en ejercicio.

Y son las redes sociales las que se han convertido en aquel polígono de tiro, en esa especie de tribunal en las gradas, desde donde se lanzan dardos al reportero que está en la tarima central del estadio, con un letrero en su frente que reza: "soy el único culpable de que mí país esté fallido".

Tal parece que el manejo de ciertos señores de la prensa nacional e internacional, veteranos y renombrados, ha dado sus malas cosechas.
Aparentemente el ciudadano no cree lo que publican los medios pero sí las opiniones de blogs fantasmas que, al estilo Del Gotto, copia información sin dar ningún crédito de autor.

Es cierto que existen árboles -y no frutas- podridas en este campo. Pero tambien está la mala costumbre de englobar a todos, de dividir en "buenos" y "malos", según sus intereses; y la sagacidad para apoyar el editorial que más le convenga, y tratar de enterrar al que no le sirva.

Muchos olvidan al verdadero periodista portador de sensibilidad social hacia los menos agraciados, al que cumple con el deber por convicción y el que tiene voluntad de escribir lo que piensa. Aún sea por esta misma red social o bien llamado polígono de tiro.

¿Con qué cuenta el periodista? Con lápiz, libreta y literatura en la cabeza; con nada más. El poco sueldo, las extravagantes jornadas de trabajo sin pago de horas extras y la casi nula garantía de protección a la vida pasan a un segundo plano.

Quien no lo comprende. Más allá de la buena vestimenta, de la publicidad, de la exaltación a la figura del periodista o a la firma en el impreso; por encima de eso, existe un sistema estructural, vigilante y pendiente.

Quien lo comprende.  Deja y toma, trata de navegar por los turbulentos aires de la comunicación y se prepara para el pluriempleo, aquel campo sistemático inevitable para vivir y no corromperse. O en su defecto, ingeniárselas de manera casi imposible con su propio medio alternativo.

Quien no comprende. Se frustra, chilla, gruñe y bota fuego por la nariz. Termina en una ONG o en algún partido político, y al final, lo único que cambia es el dueño o el jefe , ya que el periodista termina haciendo lo que tanto criticaba.

Quien lo comprende. Termina aceptando las críticas, no sin antes aclarar, que los reporteros tenemos grandes cuotas de responsabilidad social, pero no así la totalidad.

Todos, no importa el país, somos responsables de nuestro destino como nación.

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