Llueve a cántaros sobre la ciudad. Quince minutos apenas de lluvia y ya es suficiente para que calles y avenidas se conviertan en ríos incontenidos. De qué callada manera, diría Nicolás Guillén, el poeta nacional de Cuba, e inmortalizó otro cubano, Pablo Milanés. ¡De qué callada manera se me adentra usted sonriendo, como si fuera la primavera y yo muriendo!
Apenas quince minutos de lluvia y ya no se puede transitar. Apenas quince minutos de agua sin parar y en Santo Domingo no se puede caminar, mucho menos transitar.¡Oh, ciudad sufrible, ciudad invivible, ciudad imposible!
Y si usted pregunta dónde se habrá metido en catorce años el alcalde, no se sorprenda si a esta hora está jugando golf en La Romana o Juan Dolio.¡Oh, ciudad, mi ciudad! Y un alcalde, voraz, insaciable, que quiere otros cuatro años; cuatro años más para no hacer nada por la ciudad.
Villa Juana, de donde es oriundo Roberto Salcedo Gavilán, debería colgarle en el poste del tendido eléctrico más alto del barrio, por la burla de este truhán que quiere, insaciablemente como las boas, repetir ¡cuatro años más! ¡Santo Domingo, oh Dios, qué culpa tan grande estarás pagando tú!
Por: Tony Pina
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