Pero a veces nos encontramos con
todo lo contrario. Personas que levantan la voz, que te intimidan con sus
gestos, que se comunican de forma agresiva y violenta. Gente llena de rencor,
de inseguridad, que para superarse necesitan dañar y menospreciar a los demás.
Porque así tienen valor.
Hay muchas teorías para entender
el origen de la violencia. La conducta agresiva puede ser la reacción ante una
amenaza, la manera que tiene la persona de responder cuando se siente
intimidado. Si las personas no tuviéramos esa reacción agresiva, llena de
adrenalina, no podríamos responder biológicamente ante un peligro real. El
problema es convertir en una amenaza cosas que no lo son, como que tu pareja no
te ponga un plato caliente en la mesa, o que no te guste cómo conduce el
conductor de delante de ti.
La conducta agresiva es una forma
de responder al ambiente, exista una amenaza real o no. Muchas personas
aprenden en su casa que la manera de obedecer es a través del grito, de una
bofetada o del castigo. Ser autoritario tiene muchos beneficios, como que
enseguida te responden tus hijos o tus empleados. La gente te percibe como un
peligro, y como sus recursos no son suficientes para hacer frente a los tuyos,
deciden optar por la respuesta sumisa. Una persona agresiva y violenta convive
en una zona de confort con alguien que soporta su desprecio y abuso, ya sea
porque no le queda más remedio o porque no tiene recursos personales para salir
corriendo.
El origen también está en lo
biológico, social o antropológico. La neurociencia está estudiando los
circuitos cerebrales que activan e inhiben el lóbulo frontal. Las emociones nos
llevan a comportarnos de una manera determinada, y hay un cortocircuito que
impide que se dé esta acción, que en este caso es la respuesta violenta. Pudiera
ser que los agresivos y violentos carecieran de la capacidad para activar este
cortocircuito.
A las personas violentas
podemos dividirlas en dos bloques:
Las que sufren un trastorno
psicológico, como el trastorno de la personalidad antisocial, las personas
con ideas paranoides que piensan que los demás les van a hacer daño y otros
trastornos de la personalidad como el límite o el narcisista que suelen ser muy
dañinos para las personas que conviven con ellos.
Muchas de estas personas con
trastorno de la personalidad disfrutan con el sufrimiento ajeno y les estimula
cruzar los límites. Los antisociales carecen de empatía y no tienen sentimiento
de culpa ni remordimiento cuando infringen dolor. Otros tienen rasgos sádicos,
son fríos e insensibles con el dolor ajeno, abusan y no se sienten mal por
ello.
La conducta impulsiva es otro de
sus rasgos. No saber esperar, planificar. Lo quieren todo y todo ya. Da igual
el coste emocional que tenga para otras personas.
A los que tienen un pensamiento
paranoide, anticipan que otros tienen intención de hacerles daño, esperan cosas
negativas de las personas y son muy suspicaces.
Muchas de estas personas que
estarían clasificadas en el manual de los trastornos mentales, muestran una
agresividad planificada o predatoria, se preparan para hacer daño. El daño es
intencionado, no es el fruto de una reacción impulsiva a un estresor. Este tipo
de agresividad no responde a una percepción de amenaza. Tiene otras motivaciones
detrás: conquistar poder, tener algo que no es tuyo, poseer a una mujer que
deseas y que no responde a tus expectativas, etc. Responden a la violencia
predatoria los dictadores, abusadores sexuales, los maltratadores, los líderes
religiosos extremistas, un jefe autoritario, dogmático y cruel... hasta los
psicópatas que encuentran placer cuando infringen dolor. Hacer daño les excita
y les atrae.
Pero existen otras personas que
aprendieron a comportarse de forma violenta. Estas personas utilizan esta conducta para
obtener poder. Son personas irritables que explotan fácilmente, que rumian y en
lugar de trivializar lo que acontece alrededor convierten sus vivencias en algo
catastrófico. Tienden también a ser susceptibles. A pesar de que muchos de
ellos se arrepientan de sus gritos y sus malas formas, sufran por su falta de
control, les cuesta un mundo controlarse.
Su tipo de conducta agresiva es
espontánea, relacionada con estados emocionales, como los ataques de cólera. No
tener intención de hacer daño no es disculpa, pero sí un punto de inflexión
para poder cambiar. Tienen un problema con la impulsividad, con su capacidad
para relacionarse y comunicarse y sus arranques pueden ir acompañados de
frustración y arrepentimiento. No les gusta comportarse así, pero no saben
hacerlo de otra manera.
Las emociones que pueden llevarles
a dispararse son la ira, la agresividad, la ansiedad, la frustración, los
celos, la envidia, en definitiva, los malos sentimientos y todas esas emociones
que interpretan como un sufrimiento.
Podemos educar para no ser
violentos.
Toda conducta tiene un sentido,
sino se extinguiría. El violento y autoritario tiene mucho refuerzo con su
forma de comportarse: enseguida obtiene poder y autoridad. Las personas le
obedecen, los niños se comportan... pero el daño colateral es tremendo.
¿Se puede prevenir la
violencia?
Medios de comunicación: Bandura demostró que la observación de
conductas violentas te lleva a comportamientos violentos.
Colegios: Fomentar
el altruismo, la convivencia, los valores como la bondad, la generosidad y el
compañerismo. Hay que trabajar la comunicación asertiva y la inteligencia
emocional. Hay que enseñar a controlar la agresión.
Familia y los métodos de
disciplina y orden: La
violencia y la agresividad tienen un claro componente en el aprendizaje. Los
adultos somos modelos de conducta. Si el niño ve que gritas, pegas, eres
autoritario para conseguir que te obedezca, él también querrá hacer lo mismo,
porque es lo que le estamos enseñando.
Consumo de alcohol y drogas. Estas sustancias afectan a procesos
cerebrales, relajan las normas y te convierten en alguien desinhibido e
impulsivo mientas estás bajo sus efectos.
Cultivar la persona para
prevenir este tipo de conductas: tener formación, nivel socioeconómico,
educación, autoestima. Cuanto más segura se siente una persona de sí misma y
más en paz está con su entorno, menos necesidad tiene de someter a otros.
Una buena persona es aquella que
no solo no hace el mal, sino que se esfuerza por hacer el bien.
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