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Creo que estoy dentro del universo inverosímilmente reducido del “padrón” que
el PRD de Miguel Vargas ha fabricado.
Era difícil sacarme a mí, como se hizo con tantos. Fui
Presidenta del Partido, por tanto miembra del CEN mientras viva, y estoy viva,
ustedes mis lectores y los que twittean conmigo lo confirman.
Para inhabilitarme, forzosamente, habría que montar
una de esas farsas disciplinarias a las que se acude para sacar a otros y eso
parece que se les hace un poco cuesta arriba en mi caso.
Lo cierto es que el desmoche es enorme. Yo soy una
brizna que quedó sin segar para utilizarla como demostración. La devastación
del frondoso bosque partidario supera la del famoso ciclón David; se han
tumbado los añosos troncos, viejos robles y caobas, junto a brotes de jóvenes
plantas que van creciendo buscando nuevos liderazgos. Sabía que este padrón
presentado por fin a regañadientes, ante el reclamo de Guido, venia disminuido.
Dentro de la lógica parda de sus manufactureros, es el que conviene. Los que
temen a la democracia, los que solo se atreven a celebrar reuniones protegidos
por fuerzas policiales, necesitan para sobrevivir en el PRD espacios reducidos,
donde haya poca gente.
La democracia es un sistema donde mucha gente opina,
denuncia, disiente, reclama, vota. Los pujos monárquicos de “L’État c’est moi”
solo los aguantan y aplauden pocos.
Reitero que esperaba el recorte. Miguel Vargas conoce
las encuestas, no puede someterse a un veredicto convencional masivo. Pero la
magnitud del chapeo me sorprendió; de más de un millon y medio de perredeístas
inscritos, depositados en la Junta Central Electoral solo quedan, 538,478.
Este PRD, reducido ahora a la tercera parte de su
habitual, enorme membresía, es el mismo para el cual el propio ingeniero Vargas
reclamó ocupar la casilla número uno en la boleta electoral, porque era ¡El
Mayoritario! Con su apenas medio millón de adscritos, este PRD de ahora,
esculpido a mazazos por el grupo miguelista, se coloca entre los pequeños,
siendo la primera vez que el jacho alumbre tan bajito.
El sentido común no alcanza a explicar los por qué,
aunque sí el para qué, de esta pública, hasta gozosa, declaración adelantada de
derrota perredeista en 2016. Es incomprensible que mientras el PLD se ufanó
recientemente en su Congreso, del crecimiento de su militancia, el partido que
se supone en la competencia salga a exhibir esta disminuida, débil catadura,
este enanismo electoral.
Los que tienen malos pensamientos, mea culpa por estar
entre ellos, interpretan este proclamado achicamiento como un mensaje en clave
para tranquilizar al PLD, en cumplimiento de aquel acuerdo azul. Este PRD,
convertido en chiquito, no inspira temor, va rumbo a transformarse en otro
PRSC, “socio menor” del partido morado.
Viniendo, como yo, del tiempo heroico de discursos
vibrantes de Peña Gómez, que evocaba y convocaba a la vez multitudes, no me
adapto a esta “sinceridad” que ostenta una carencia que descalifica al PRD para
ser opción de poder en República Dominicana.
Lo peor, lo abominable, es que esos númeritos son
falsos. Todos los que estábamos, estamos aún, contristados, confusos, a punto
de irse muchos a seguir siendo perredeístas en otro partido, porque Miguel
Vargas ha cerrado el camino unitario. Nadie, Miguel, de los que ustedes borran
se ha ido aun del PRD. Son ustedes, desde la soledad cómplice de una Casa
Nacional tapiada, que han inventado este engendro, con un doble propósito
oscuro: ganar la Convención ahora, y que el PRD pierda las elecciones de aquí a
dos años.
Ante la herejía, frente a este endriago de cuerpecito
mutilado “a pota” como diría un cibaeño, me enojo, protesto, reclamo. Porque
aunque mi nombre no haya sido excluido quedaron afuera muchos de los que junto
a mí hicieron crecer el PRD, y los jóvenes que también junto a mí estudian y
luchan en la espera de que el PRD compita como grande.
En nombre de ellos, y porque es en sí mismo un testimonio
de culpas graves, rechazo este padrón, condeno sus consecuencias y sus causas.
Pero como acostumbro pelear así en reductos enemigos, sépase que si la
perseverancia de Guido y la veeduría severa de la sociedad constriñen a Miguel
a abrir los centros de votación estatutarios, es posible que yo vaya a votar.
Eso sí, tengo la impresión dolorosa de que si lo hago,
al firmar en ese padrón prostituido, escribiré un epitafio. Y mi despedida.
Cortesía : Francisco
Marte.
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