Por:Lilliam Oviedo
El anuncio coincide con el inicio del mes de marzo, y voces comprometidas con el gobierno dicen que es muestra de independencia de una mujer casada.
Estos dos elementos no alcanzan, sin embargo, para colocar entre las tareas del movimiento feminista a nivel nacional e internacional la defensa de la decisión de Margarita Cedeño de aceptar la postulación a la candidatura vicepresidencial por el partido (¿partido?) del cual su esposo, el expresidente Leonel Fernández, renunció recientemente, convirtiéndose en figura protagónica de la oposición de derecha a un gobierno de derecha.
Margarita Cedeño, abogada de profesión y cabildera de oficio, jamás ha sido exponente del feminismo. Desde que contrajo matrimonio con Leonel Fernández, en el año 2003, se ha hecho llamar Margarita Cedeño de Fernández.
Cuando volvió su marido a la presidencia de la República (había ocupado la silla presidencial en el período 1996-2000), en el año 2004, duplicó el presupuesto del Despacho de la Primera Dama, creado por Hipólito Mejía.
Esta decisión le dio la oportunidad de manejar sumas millonarias en el laxo sistema de control de un Estado que reconoce como base de la gobernabilidad el compromiso de preservar la impunidad del saqueo a las arcas nacionales.
Entre los años 2004 y 2012, exhibió los más costosos diseños de trajes y sombreros y se convirtió en referente del buen vestir y de los pronunciamientos cursis. (Uno de ellos es la exhortación a las muchachas a no revisar celulares y bolsillos de sus parejas sentimentales porque “quien busca, encuentra”). Todo esto como parte de la validación del patriarcado.
¿En qué momento adquirió esa sumisa y elegante primera dama la rebeldía y la independencia de pensamiento suficientes para colocarse electoralmente en la acera opuesta a la que se encuentra su marido?.
Las gestiones para hacer presente el nombre de Margarita Cedeño en la sociedad dominicana han tenido como base el control que ejerce su marido sobre una buena parte de los medios de comunicación, un control que se origina en el pago de altas sumas desviadas hacia ese destino cuando de las arcas nacionales debieron salir a resolver carencias en sectores como la salud y la educación.
La llegada a la vicepresidencia de la República, cargo que hoy desempeña, fue parte del pacto entre Leonel Fernández y Danilo Medina para mantenerse como jefes de facción sin dividir la maquinaria electoral del PLD, a sabiendas de que esto tendría un alto costo para ambos.
Ante el anuncio del pasado 24 de febrero de que Margarita Cedeño será la compañera de Gonzalo Castillo en la boleta presidencial del PLD, la pregunta pertinente es por qué Danilo Medina, jefe de Gonzalo Castillo y jefe de la facción que mantiene los símbolos del PLD, acogió e impulsó esta propuesta. ¿Cuál es el compromiso que mantiene en común con el rival que hoy se presenta junto a Luis Abinader?.
En cuanto al manejo público del asunto, el propio Leonel Fernández declaró que su esposa tiene derecho a permanecer en el Partido de la Liberación Dominicana.
¿Señal de que la relación es sostenida entre dos personas de ideas avanzadas o de que la alianza financiera y política no se ha roto?.
El estado de la relación sentimental no es un asunto político, pero sí la asociación para actuar en el marco de la politiquería y de los pactos no limpios.
Leonel Fernández y Margarita Cedeño, socios han sido y siguen siendo. ¿Cuál será el destino de esa alianza politiquera y económica y qué efecto tendrá el futuro de la misma en el panorama político nacional? Esa pregunta puede figurar en el cuestionario sobre la decisión de Margarita y la actitud, fingida o auténtica, de Leonel Fernández. No se trata de hurgar en el estado de una relación de carácter íntimo sino en el soporte de una asociación politiquera.
Fortuna y capitales son fundamentales en el vínculo, y tienen decisiva influencia en el reparto de cuotas de poder.
No hay fundamento teórico, ni siquiera dentro del más burdo pragmatismo, para hablar de la decisión de Margarita Cedeño de Fernández (así le gusta ser llamada) desde una óptica feminista.
Aún en el marco de un esencialismo maniqueo, el apoyo a una persona beneficiaria del despojo a las mayorías, sea o no de sexo femenino, es apego al atraso político y cómplice tolerancia al delito de Estado, lo cual, no puede ser asociado con el feminismo, porque lo contradice.